miércoles, 23 de mayo de 2012

GRANDE ROBERT!

Hoy es el aniversario del nacimiento de Robert Moog, creador del sintetizador. Gracias a su invento, la música (y no sólo la electrónica pura) se ha desarrollado hasta límites insospechados.

Aquí dejo su biografía, y un enlace a la página de su gran invento,  por si alguno se aburre y le apetece echarle un vistazo...



Como detalle curioso, Google ha querido rendirle un pequeño homenaje con esta simulación:


GRANDE ROBERT!

viernes, 18 de mayo de 2012

GOOGLE+….¿MÁS GOOGLE?

Hace casi un par de años recibí un correo de invitación para unirme a la red social que Google “acababa de lanzar, de forma muy exclusiva”. Al menos esas fueron las palabras que mi amigo utilizó para referirse a Google+, nueva red social que, según él, iba a ser la competencia directa de Facebook. Hice caso omiso a la invitación, quizá por falta de tiempo, o quizá más bien por pereza (si ya tenía una cuenta en Facebook, ¿para qué iba yo a necesitar unirme a otra red social que, además, no ofrecía nada nuevo a las alternativas de Facebook? “Pereza”, sí, esa era la palabra que describía a la perfección mi actitud ante la perspectiva de crear un nuevo perfil en un nuevo colectivo virtual (cuya finalidad principal ya estaba más que cubierta gracias a Facebook). “¿Para qué necesito otra red social? ¿Y qué pinta Google creando una red social si es un buscador de información?” pensé. Sin más, rechacé la invitación de mi amigo y seguí “creciendo” virtualmente a través de Facebook (añadiendo unas dosis de Linkedin para darle un toque de seriedad a mi incipiente “networkinismo”).

Sin embargo, cuando unos meses después comenzó a extenderse el uso de Gmail entre mis allegados, la idea de crearme una cuenta de correo adicional a mi “Hotmail de toda la vida” no me pareció descabellada (de hecho, lo hice tan pronto como supe que la capacidad de Gmail era superior a la de otras cuentas de correo electrónico). No obstante, aunque cambiar de cuenta de correo podía ser una lata, el cambio era tan simple como enviar un correo a todos mis contactos con mi nueva dirección, y seguir manteniendo ambas cuentas por si acaso (ya que ninguna era excluyente de la otra). Continuando con la “googlelización”, posteriormente me abrí una cuenta en Youtube (en aquel momento sin saber que pertenecía a Google) para poder compartir vídeos con mis amigos, escuchar música y crear mis propios vídeos, pero no volví a pensar en Google+ hasta hace un par de semanas. Ahora bien, ¿por qué Gmail y Youtube sí y Google+ no? ¿Qué era lo que “fallaba” con la nueva red social de Google? Y lo que es más, ¿por qué esa pereza de la que hablaba al principio continúa presente hoy, a pesar de haberme unido a Google+ hace algunos días (pereza que se traduce en una falta de uso total)?

Quizá mi postura es muy particular, o quizá no lo es tanto, pues mi pereza ante Google+ se alimenta en gran medida de la falta de uso del resto de mis contactos (la mayoría de los cuáles, además, tiene perfil en Facebook). La respuesta es muy sencilla, y es que para mí no supone lo mismo un cambio en una herramienta de trabajo (como puede ser un buscador o un correo electrónico), que el cambio de “identidad virtual” y de “ciberamigos” que implica cambiar de red social. Y hablo de cambio de red social en lugar de uso simultáneo de dos redes sociales porque, a diferencia de lo que ocurre con otras redes como Linkedin o Twitter, que ofrecen algo diferente al servicio ofrecido por Facebook, en el caso de Google+ no soy capaz de captar el valor añadido de esta nueva red (porque su finalidad no es dar un nuevo servicio, sino únicamente arrebatar usuarios a Facebook). De modo que, ante esta disyuntiva, me quedo con mi querido Facebook, al que prometo serle fiel tras varios años haciendo amigos, subiendo fotos, actualizando estados y demás tonterías que, sin querer, se han convertido en parte de mi rutina. 

Google para mí nunca va a dejar de ser un buscador, o mejor dicho, “El Buscador” (no olvidemos que en España la cuota de uso de Google respecto de la de otros buscadores está en torno al 90%). Si bien es cierto que hay otros buscadores disponibles, como “Ask”, “Yahoo”, “Bing” o el propio buscador de Facebook (que casualmente está siendo mejorado para competir con Google), utilizar uno u otro dependerá de la rapidez del mismo y del número y exactitud de los resultados (teniendo en cuenta además que el esfuerzo que me supone cambiar de uno a otro es prácticamente nulo). Gmail no está mal, y además nada me impide utilizar a la vez mis cuentas de Gmail y Hotmail, sin que una excluya a la otra. Youtube me parece una genialidad, y además el servicio que ofrece poco tiene que ver con el de una red social “tradicional”. Google Chrome es un navegador excelente, y Blogger me parece una herramienta muy útil (he aquí la prueba fehaciente). Pero cambiar de red social “social” ya son palabras mayores, porque ello implica salir del círculo amistoso de Facebook, crear un nuevo perfil, invertir tiempo en personalizarlo y mantenerlo actualizado, y renunciar a todos aquellos amigos virtuales que opten por no ser parte de Google+…Y eso para mí es más una “lata” que algo “interesante” o “novedoso”, porque en cierto modo supone renunciar a algo más que una herramienta…el vínculo con Facebook roza el plano emocional, y cambiar de red social supone renunciar a una pequeña parte de mi “yo” virtual.

Por otro lado, creo que Google está invadiendo todos los ámbitos de la red, con el consiguiente dominio de la información que ello conlleva (que en el fondo no es más que la llave mágica hacia el poder de los medios de comunicación y al control de la sociedad). Ahora no sólo se centra en afianzar su dominio en las áreas en las que ya es fuerte (como proveedor de correo electrónico) o líder (como buscador), sino que además intenta competir directamente con Facebook en el ámbito de las redes sociales “sociales”... ¿qué es lo siguiente? ¿Google Bank? Yo no termino de verlo claro, porque además de tener Google hasta en la sopa, Google va a saber más de nosotros que nosotros mismos (y eso no me hace mucha gracia). A riesgo de parecer radical, sencillamente, “paso de Google+”.

martes, 8 de mayo de 2012

UNA PEQUEÑA CURIOSIDAD...

Quizá muchos ya lo habréis visto, porque se trata de un vídeo de 2009, pero me ha parecido muy curioso y lo comparto con vosotros.

VER VÍDEO: PIANO STAIRS

El vídeo dura menos de 2 minutos, por lo que no da nada de pereza verlo....es un buen ejemplo de cómo la música puede hacer cambiar el chip de la gente (y de cómo un pequeño cambio de chip hace que algo pase de ser una "lata" a ser algo divertido).

Enjoy it!!

sábado, 5 de mayo de 2012

LOS MASTERS DEL (FIN DEL) UNIVERSO

Hace algunas semanas, en una de esas charlas filosóficas que surgen un sábado de madrugada volviendo a casa, un par de amigos y yo empezamos a divagar acerca de la profecía maya del fin del mundo (según la cual, hacia el 21 de diciembre de 2012, el mundo desaparecerá). Lo cierto es que no soy muy dada a creer en profecías, supersticiones y demás, ya que intento pensar en presente (y porque, si por profecías fuese, el mundo ya se habría acabado unas cuantas veces). No obstante, no pude evitar pensar por un momento qué pasaría si eso fuese verdad…porque, entre otras cosas, ¡no me daría tiempo a terminar mi máster! Aunque ese pensamiento duró unos pocos minutos, a raíz de un par de “hechos inspiradores” (a saber, dos clases sobre avances tecnológicos y un libro de Daniel Pink titulado “Una nueva mente”), enlacé varias ideas que desde hace tiempo circulaban por mi cabeza y terminé construyendo mi propia teoría acerca de lo que va a pasar (o, mejor dicho, acerca de lo que está pasando).

 Estamos en un momento de la historia en el que la mayoría de la población (o al menos, de nuestro mundo “desarrollado”) tenemos acceso a un nivel tecnológico, material y de conocimiento tal que los caracteres que antes marcaban la diferencia entre unos grupos y otros han perdido su exclusividad. Hace algunos años, el tener estudios era un “plus” a la hora de buscar trabajo y mejorar la posición social. A base de medir, cuantificar, analizar, comparar y optimizar resultados mediante la especialización, era bastante “previsible” (o, al menos, eso se pensaba) el modo en que los individuos podían mejorar su posición social y ganar más dinero. El acceso a una educación “de calidad”, basada en un alto nivel de medios técnicos y humanos, y un elevado grado de conocimiento acerca de una o varias materias en concreto parecía la clave para labrarse un buen futuro (yo misma, sin ir más lejos, no he dejado de estudiar desde que terminé el colegio, pasando por la universidad, un par de másters previos y, ahora, un MBA). 

Sin embargo, y aunque parezca contradictorio, creo que pesar de todo este desarrollo nos encontramos en el fin de una etapa que los mayas denominaron “el fin del mundo”. La omnipresente “crisis financiera” ha puesto de manifiesto la vulnerabilidad de un sistema que creíamos infalible. Además, el desarrollo tecnológico, unido al período de abundancia material que precedió a la crisis, y al cambio drástico en la situación socioeconómica y vital de muchas personas en el momento actual, han motivado un cambio en los valores y en el propio concepto de valor que marcan el fin de “nuestro mundo” y el comienzo de una nueva etapa (siempre y cuando la profecía maya no se cumpla de forma literal y el universo desaparezca de verdad). 

Gracias al desarrollo económico y tecnológico, el acceso a la cultura y a la información se ha globalizado, por lo que la formación y el conocimiento han perdido su carácter de exclusividad. Asimismo, gracias a las nuevas tecnologías, muchos trabajos que antes requerían de un alto grado de formación técnica pueden realizarse por máquinas y programas informáticos, de modo que su valor añadido se ha reducido casi por completo. Todo esto, unido a la recesión económica actual, ha provocado un cambio en los valores y en la conciencia social cuya consecuencia es que, cada día con más fuerza, se priman la empatía, la creatividad, el crecimiento a nivel interno y la inteligencia emocional por encima de factores como el grado de conocimiento técnico, la competitividad, las calificaciones académicas, los ratios de productividad, la especulación…. No quiero decir que estos últimos elementos hayan perdido su valor por completo, sino que han cedido parte de su protagonismo a otros que, como diría Daniel Pink en su libro, proceden del “lado derecho del cerebro”. Un claro ejemplo es el hecho de que negocios muy rentables han sido reemplazados por otros más desarrollados pero sin ánimo de lucro, poniendo el foco del valor en la globalización del conocimiento y en la cooperación más que en los ingresos económicos. 

Y, ante este cambio radical (o “fin del mundo”), ¿tiene sentido estudiar un máster o estoy perdiendo el tiempo? Por suerte la respuesta la tengo clara, y es que nada puede resultar una pérdida de tiempo si se le da el enfoque adecuado. Si bien es cierto que un máster hoy en día no es algo exclusivo o garantiza una mejora profesional a corto plazo, no todo lo que se aprende es conocimiento puramente técnico. Ante este “fin del universo” en el que nos encontramos ahora, es importante que, además de adquirir conocimientos, seamos capaces de desarrollar perspectiva, flexibilidad mental y otras capacidades o habilidades sociales más allá de los números, las leyes y la pura teoría. No va a ser tan fácil como antes “prosperar” en el sentido “tradicional”, porque ahora el “éxito” no va a medirse tanto en euros o en categorías “senior” o “junior” dentro de las organizaciones. El éxito ante este "fin del mundo" va a depender en gran medida de la capacidad de mejorar a nivel interno, de conocerse a uno mismo, de interactuar con los demás, de aceptar y adaptarse al momento presente generando nuevos valores y oportunidades (y, por supuesto, aprovechando al máximo y aplicando los conocimientos técnicos adquiridos en clase!). 

Quizá todo esto pueda parecer una tontería, pero, sinceramente, ante la alternativa de una tormenta solar o de una nueva glaciación, prefiero pensar que este cambio es el “fin del mundo” al que los mayas hacían referencia en su profecía.

martes, 1 de mayo de 2012

LA DISRUPCION TECNOLÓGICA Y LA MÚSICA: MÁS ALLÁ DE LA FORMA

Resulta increíble cómo el desarrollo tecnológico ha irrumpido en el mundo “tradicional” de la industria musical, y cómo ello ha tenido un efecto disruptivo a todos los niveles. No es necesario detallar cómo la tecnología digital ha provocado una disrupción en la forma de crear, producir y distribuir música porque en este momento todos somos partícipes de este cambio. Para muchos está siendo una “tragedia”, ya que el papel de productores, discográficas, distribuidores minoristas, fabricantes de CD, managers, y otros actores varios, ha perdido su razón de ser ante la llegada de las plataformas on-line como “Beatport” (http://www.beatport.com), los ordenadores personales y el software musical al alcance de casi cualquier usuario y las páginas de descargas legales como “Soundcloud” (http://soundcloud.com), por citar algunas de ellas.

Puede que se trate de una opinión muy personal y discutible, pero creo que gracias a estos avances tecnológicos y a esta disrupción, la música se está liberando a todos los niveles. Hace algunos años, adquirir un disco de vinilo, una cinta de música o, a posteriori, un CD, era algo que cualquier consumidor hacía por mero entretenimiento. La música era un bien de consumo más, una forma más de ocio, un producto por cuyo uso y disfrute había que pagar un precio (ya fuese en directo o ya fuese adquiriendo el producto a través de cualquier soporte físico). Sin embargo, gracias a los nuevos formatos digitales, a las redes sociales y plataformas virtuales y al acceso a internet de la mayoría de las personas, se ha producido una disrupción tecnológica que no sólo ha afectado a la forma de adquirir y disfrutar la música, sino a su propia esencia. Hasta hace algún tiempo, crear y distribuir música era una tarea exclusiva de artistas, managers, discográficas y tiendas de distribución, ¿pero ahora? ¿Quién no es capaz de descargarse de la red los temas de sus artistas favoritos? Y voy más allá, ¿quién no tiene la posibilidad de crear música? Gracias a los formatos digitales y a los ordenadores personales (ya ni siquiera hago mención a sintetizadores, mesas de mezclas y demás complementos propios de los “profesionales” de la música) cualquiera de nosotros puede crear “tracks” a nivel de usuario con determinados programas.

A mí esto me hace pensar en muchas cosas que hasta hace poco no me había planteado... ¿es la música algo más que una simple herramienta de ocio? No olvidemos que la música es capaz de estimular al ser humano a niveles que otros estímulos no llegan, puede cambiar estados de ánimo, puede hacer reír, llorar, sentir…e incluso curar. También puede unir a multitudes, transmitir sensaciones y permitir una conexión con uno mismo (simplemente escuchando y cerrando los ojos) a la cual es complicado llegar a través de otros mecanismos.

A riesgo de parecer idealista, cursi o filosófica, confieso que para mí la música es un lenguaje universal, una herramienta de comunicación tan poderosa como la palabra (hablada o escrita). Gracias a la disrupción tecnológica y al consecuente acceso masivo de la población a todos los niveles del proceso de creación, distribución y aplicación (o interpretación) de la música, ésta está recuperando su verdadera naturaleza: la de ser un lenguaje universal al alcance de todos. Si bien esta disrupción puede tener consecuencias (que no quiero etiquetar de positivas o negativas) en la actual industria discográfica, no es menos cierto que la sociedad evoluciona a un ritmo de vértigo y que, por tanto, dicha industria está destinada a adaptarse a la nueva situación.

Creo que el efecto de la disrupción tecnológica tiene un alcance que va más allá de la forma (es decir, más allá del cómo se crea, se produce o se distribuye la música). Ahora todos podemos crear y compartir música casi en tiempo real, por lo que hemos llegado al fin de la exclusividad y de la relación de dependencia entre creadores, productores y público. La forma, como soporte y como modo de hacer las cosas ha cambiado, está cambiando, y seguirá haciéndolo en los próximos años.
En este momento la música está más presente que nunca en nuestro día a día, gracias a la diversidad de medios y formatos para poder disfrutarla. Y esto significa, básicamente, libertad, tanto de creación, como de difusión y disfrute. Será necesario adaptarse a esta nueva situación, mediante cambios legislativos, nuevas formas de que los profesionales de la música aporten valor añadido a su producto (especialmente proporcionando soportes adecuados de difusión y facilitando interpretaciones de calidad) y, sobre todo, un cambio de mentalidad.

Quizá llegue el momento en el que se invierta el proceso de “creación – distribución- disfrute- experiencia”, y lleguemos a una situación en la música se “autogenere” a partir de aparatos conectados al ser humano (al igual que existen los polígrafos) y sirva para diagnosticar enfermedades e interpretar estados de ánimo. Como curiosidad, hace algunos años (1977) Steven Spielberg lo tuvo claro, y en su película "Encuentros en la Tercera Fase" los humanos utilizaban la música (¿electrónica?) como herramienta de comunicación con los extraterrestres (como apunte curioso, os dejo el vídeo de la escena: http://www.youtube.com/watch?v=H4Kgzn3tDQU&feature=related ).


Está claro que todo esto son meras hipótesis, pero ¿quién sabe? Por ahora, ¡disfrutemos de la música!